El pasado mes de Octubre se inauguró la exposición que bajo el título “Rembrandt», pintor de historias”, reúne un numeroso grupo de pinturas de artista en el Museo del Prado. Se trata de una exposición importante debido a la posibilidad de ver juntas tantas obras del autor holandés que de otra manera difícilmente se lograría.
Una amiga me telefoneó para saber si había visitado la muestra y si había visto el cuadro donde aparece un Perro de Agua Español titulado “Autorretrato con atuendo oriental”. Este cuadro se puede ver normalmente en el Museo de Bellas Artes, Petit Palais (París). El artista lo realizó en 1631, cuando contaba con 25 años, es decir, en plenas facultades y en su juventud, y en él, como en otros, se pinta a sí mismo, pues parece ser que era aficionado a disfrazarse y plasmar su imagen en pinturas y grabados conociéndose bastantes autorretratos más.
Lo que nos llama la atención de esta composición, aparte de la enorme maestría de su autor, es el hecho de que haya introducido un ejemplar de esta raza, algo que no debe ser accidental. Sabemos que Rembrandt gustaba recrear la escena al detalle, cuidando el significado y el simbolismo en los objetos que, lejos de de ser accesorios, formaban parte intrínseca de la idea general que pretendía transmitir en cada obra, no en vano muchos de sus trabajos fueron composiciones mitológicas en las cuales narraba una historia basándose en los personajes, los gestos, las vestimentas y los atributos, no dejando nada al azar.
Además, como reza el título de la exposición “un pintor de historias” otra característica de este autor es la habilidad que tiene para plasmar en sus escenas algo más profundo que eso mismo, pues no quedan en meros escenarios fríos o rígidos, sino que, muy al contrario, introduce al espectador ofreciendo a su capacidad de observación la relación de cada elemento que aparece, dándole vida propia a la escena para que él mismo descubra el enigma en cada caso, como si nos colásemos a través de una ventana en facultad de invitados silenciosos e invisibles de lo que allí se representa. Rembrandt logra esa magia merced al conocimiento de su oficio, a su trabajo magistral y a otra cualidad que no todos los artistas poseen: captar la psicología de los personajes dotándolos de vida propia.
Concretamente, en el cuadro que nos ocupa, el pintor se ha autorretratado a la usanza oriental. Vemos que cubre su cabeza con un turbante, se viste con capa y túnica intentando emular a un personaje oriental de cierto rango y prestancia. Junto a él aparece un perro (símbolo de la fidelidad) con todas las características propias de un ejemplar de Perro de Agua Español, de color oscuro con una mancha blanca en el hocico.
Podemos preguntarnos el motivo que impulsó al artista a introducirlo en la composición, puesto que podría haber escogido cualquier otra raza. En mi opinión, teniendo en cuenta la minuciosidad con que solía componer sus escenas cuidando los detalles y todo lo alusivo al tema en cuestión, ese perro es el idóneo para ella y habría sido un desliz dejar ese detalle al azar.
Al tratarse de un personaje oriental ¿cuál mejor y más cercana que esta raza para completar la escena? ¿Y cómo conoció su existencia el artista?.
Si aceptamos como válida la más que probable teoría de que el Perro de Agua Español entró a la península por el sur en las sucesivas invasiones árabes estableciéndose en Andalucía, vemos que esta raza es perfecta, debido a su origen oriental, para ilustrar la composición del artista.
Sin embargo, Rembrandt nació y vivió en Holanda ¿qué circunstancia hizo que conociera la existencia de estos animales?. Pues, a mi entender, el hecho de que no fueran extraños en los Países Bajos se debe a que durante la pertenencia de Flandes a la corona Española es acertado pensar que estos perros llegasen con cierta regularidad hasta aquellos territorios y, en especial, a Amsterdam.
Si, como hemos apuntado arriba, esta raza se ubica en Andalucía (y de aquí a Extremadura) desde tiempos bien remotos de la invasión árabe, una vez que estuvieran asentados y trabajando en los rebaños de cabras y ovejas en todo el territorio de Al-Andalus se convertirían en ayuda indispensable para los pastores. Posteriormente, avanzando los siglos, con el comercio de la lana con Flandes muchos rebaños cruzaban la península por las cañadas hasta los puertos del Cantábrico, donde embarcaban hacia los Países Bajos. En dichos puertos es plausible que se quedasen algunos ejemplares de esta raza dando lugar con el tiempo al núcleo que existe en la cornisa cántabra.
Pero de igual manera es probable que algunos Perros de Agua siguiesen con el rebaño en la travesía marítima hasta Flandes y, una vez allí, procreasen y conformasen, quizá, otro núcleo que, una vez lograda la independencia de España, se asimilaran al nuevo país. Parte de esta teoría ya la esgrimió hace más de veinte años María Cruz Rodríguez Callejo (criadora de PDAE con afijo La Tarde Gris, estudiosa y conocedora de sus orígenes) por lo que al ver la reproducción del cuadro con personaje oriental y observar que lo acompaña un Perro de Agua Español no nos ha sorprendido.
Así pues, a mi parecer, éste podría ser uno de los descendientes de los ejemplares que llegaron a Amsterdam tras un largo recorrido a través de las tierras españolas, bien fuera su trayecto directamente desde Sevilla partiendo del Guadalquivir o a través de las cañadas y luego desde un puerto cántabro.
Detalle interesante es el tipo de pelado que muestra, se trata del “pelado león” que debió ser otra forma del corte de pelo típico de trabajo (hocico, cara y manos), esta vez despejando los cuartos traseros desde el pecho. No es una imagen novedosa la de este arreglo de trabajo, pues vemos otro PDAE con el mismo corte de león en un cuadro de Zuloaga titulado “la fuente de Eibar” (1888). En esta ocasión, al contrario del perro del cuadro de Rembrandt (oscuro), se trata de un PDAE color blanco, el seleccionado para las faenas marineras en la cornisa Cantábrica.
De cualquier manera, este cuadro del genial pintor Rembrandt nos permite una vez más ver la silueta de un ejemplar de esta raza que se constituye en una de las más antiguas y polifacéticas, amén de autóctona española, que nos observa desde su lugar en una pintura de hace 378 años. De nuevo, un eslabón más en esta cadena que constituye su origen y expansión, otro elemento que nos ayuda a comprender su idiosincrasia. Si con ello conseguimos que la raza se aprecie en lo que vale y se cuide más, nos daremos por satisfechos.
Lola Morales Ortega.
Licenciada en Historia del Arte.
Artículo publicado en «El Mundo del Perro» núm. 347. Febrero de 2009.